domingo, 12 de diciembre de 2010

Cartografías I

Y entonces el dedo índice se apoyó en la costa del mar del Norte
y (...) bordeaba playas y acantilados, penínsulas y caletas 
hasta una desembocadura; allí se internó en el continente,
siguiendo el trazo serpenteante de la línea azulada...
M.O. Al pie de la letra

¿Qué es la cartografía? En primer lugar: no más que una mera producción de símbolos, que empequeñece el mundo. Pero cuidado: con ello, también, hace mundo. Apresar el curso del Rhin, encauzar su devenir, obligarlo a seguirse a sí mismo, a respetarse; todas ellas pretensiones de la cartografía. Y sin embargo, la cartografía nace, en principio, del recorrido, de la navegación. Acariciar las costas con el índice, metáfora del navegante que las rotulara con su nave, las esbozara con tintas sapientes a mar...
¿Y qué quiere el cartógrafo del mar? ¿Acaso delinear sus curvas, vaciar sus vertientes, perder el vértigo a sus acantilados? ¿O tal vez osa frenar el mecerse de las mareas, abarcar la profundidad con sus manos...?
¿Y cómo cartografiar el desierto? ¿Cómo hacerlo ser en el mapa? El delinear del mapa no es fronterizo, sino limitador. Contra toda voluntad de cartógrafo, el desierto crece; se deja transportar por el viento, se deja escurrir con el agua... franqueando todo límite impuesto por la cartografía, el desierto se fuga. Y su huir delinea una ontología fugaz, que no necesita ya de cartas que la encaucen, sino que, por su desbordar constante, grafía para el olvido, erosionando toda imposición, corroyendo todo símbolo...
Aún antes que todo cartógrafo, lo desbordante mapea.

martes, 23 de noviembre de 2010

Filosofía como práctica de la resistencia


¿No es la vida esa capacidad
de resistir de la fuerza?

Gilles Deleuze

¿Cuáles son los planos por los cuales la resistencia se abre camino? 
Fuerza sin forma, la resistencia nunca se aparece como una, ni se identifica con un único movimiento, sino que es múltiple, y actúa en diversas, infinitas direcciones. En cuanto es factible de ser señalada, conceptualizada, ya es otra, y es absorbida para ser integrada a fuerzas mayores. Y sin embargo, en su espontaneidad, la resistencia resiste. Íntimamente huidiza, es un constante escabullirse por entre las fisuras, un hurgar punzante entre las tramas más condensadas del poder. 
Resistir es, por tanto, permanecer en la resistencia. No se trata de oponer un contra-poder al poder, ni de ir en pos de un sueño iluso e ilustrado. Se trata más bien de corroer fuerzas, de erosionar lo petrificado, de propiciar mesetas al afuera, esa pura exterioridad en que la fuerza se sabe transitoria, disruptiva, fisurada... esa pura exterioridad en que la fuerza permanece siempre fuerza, independiente de las configuraciones contingentes que haya de tomar.
Un pensamiento de la resistencia da por sentado la libertad primigenia, íntima, de resistir; de crear salidas, líneas de fuga, aún cuando se encuentre anulada toda posibilidad de liberación, aún cuando toda lucha carezca ya de sentido... Un pensamiento de la resistencia se inmiscuye siempre, y desde ya, en las prácticas más cotidianas, en las relaciones interpersonales, en los modos otros de construir, de habitar... surge del cuerpo como hábitat primero de fuerza propulsora, creativa... es un pensamiento caminador del mundo, pedestre... sus pies ¿serán de paloma?
Una filosofía tal será una filosofía de lo mínimo, de las pequeñas luchas, una filosofía gestual, ínfima, deleznable, una filosofía inútil, pero siempre, y ya, una filosofía que resiste. Resiste porque se reclama vital, porque no se inmola contra aquello que enfrenta, sino que se filtra por las porosidades, se cuela por entre los intersticios, se desvanece constantemente, nunca llegando a molarizarse. Una filosofía que sea una filosofía pedestre es un andar sin camino, pero también un caminar sin dejar huella, sin traza, o en todo caso, un caminar tan íntimo, tan propio, que el imprimir la arena húmeda, el levantar polvareda, el gastar las suelas en el concreto, no es más que un gesto, una ironía, el eco que repite aquello de quien dice: estoy aquí, solo, erosionando la roca con las vibraciones de mis palabras...
 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Complicidades

(contra todo peso-de-uno-mismo)

Indaguemos en lo mínimo.
(ahora sí, una invitación)

¡a hurgar lo mínimo!
(pero sin molestarlo, sin incomodarlo:
como veremos, lo mínimo
no se deja
atrapar)

lo mínimo es de la pequeñez de un gesto
de la sutileza de un roce
lo mínimo constantemente se nos va
y sin embargo
queda

(pequeña vibración)

lo mínimo lo inútil
¿para qué una caricia?
¿para qué un beso?

                                       [¿y no será eros
                                     ya una resistencia?]


lo mínimo no dice nada
lo mínimo pasa

y sigue pasando

(eco de una carcajada)


                                     [¿y no fueron reidores
                                    los que mataron a dios?]


Lo mínimo atraviesa las porosidades
y cae

            [como un suspiro que nadie oirá

                               como una letra soldada al revés]

  

lunes, 18 de octubre de 2010

Tornasoles


La excitación de las moléculas
del lenguaje produce luz
Mario Ortiz, Al pie de la letra

El papel entramado de arroz oculta destellos. Un ojo atento descubrirá, desasombrado, el prodigio: pequeñas láminas metálicas descansan entre las fibras. Iluminadas, brillan. Y esperan.

[textura singular que acoge el texto]
¿Y si escribir fuera entrelazar texturas?

También con el papel se mimetiza la palabra, también las palabras son de arroz. También. También.
Pero los tornasoles no acontecen sino extrañamente en la escritura
como pequeñas láminas escondidas
que esperan.

Así de simple
así de bello
(como un tornasol)


¿Y si escribir fuera ese destello, esa chispa que surge del roce? 

   Todo destello
                         tiende a
                                desaparecer 
 

domingo, 3 de octubre de 2010

Una erótica pedestre


(en diálogo con mis pies)

Caminaba la otra noche, y doblé, llevada por mis pies tan solo, en una esquina en la que nunca doblo. Fue extraño, pero antes de pensar en qué calle estaba, antes de mirar siquiera a mi alrededor, mis pies se regocijaron con un pensamiento inexpresable. Mis ojos lo confirmaron: por aquí ya había estado. Ese, el mismo pasto motita, la misma ventana, la misma entrada imponente. Ya había estado, y sin embargo, hacía mucho tiempo, demasiado tiempo quizás, que mis pies no tomaban aquellos rumbos.
¿Eran mis propias huellas las que mis pies, en su recorrer, reconocían? ¿O era quizás la huella sin impresión, el rastro perdido del deseo, aquel que mis pies reencontraban al reencontrarse con ese suelo? 

Por aquí ya estuve… un recuerdo, un regocijo…
       [otra vez mariposas en el estómago]

¿No serán mis pies quienes guarden la memoria?
¿Y no es la memoria siempre un recorrido, un trayecto, una vuelta…?

Mis pies me llevan. Marcan el rumbo. Otra vez las mismas casas, otra vez el mismo trayecto. Allí con ellos. Otra vez
Lo que pide otra vez 
¿no es el deseo?

La geografía personal es solidaria de una ontología, pero en primer lugar lo es de una erótica. Una cartografía íntima nos mostraría una y otra vez los mismos recorridos, los mismos espacios, los mismos punctum: allí donde habitan nuestros amigos, algún recoveco en el parque donde leer un buen libro, las veredas gastadas de olvido de amores lejanos… 

Mis pies marcan el rumbo. Y su pasar ligero y sin huella, marca el ritmo de la memoria.


domingo, 26 de septiembre de 2010

Mixtura


estoy aquí por mí misma me enuncio sin enunciar no señalo ni muestro me muestro en este enunciar soy un fluir un discurrir espacial un cursum un cauce un caudal pero miento mi mentir una verdad me esparzo expando vuelco en el blanco no hay silencio en mi mentir un aventurar llego a tocar este extremo me deslizo hacia el otro una piel un ropaje y la desnudez mi desnudez tu desnudez una conjugación nuestra desnudez una conjunción sigo muevo me muevo juego a pensar a que pienso en qué pienso pensar por pensar casi nadie piensa y qué es esto un preguntar el nonsense el horror vacuii y llenar por llenar pero no una nada no un no ser un ser un ser qué en todo caso ese preguntar un rescatar del fondo del abismo un genitivo y para qué la pregunta un comenzar reiniciar reciclar esta palabra palabras sueltas libres desatadas escapar a la sujeción y será esto ya subjetivación pero aún el teclear una picazón por eso estas palabras un vuelo aventura la sinrazón un télos un fin pero al fin nada más que este mi escribir tu leer y el encontrarnos cruzarnos qué desacierto si los hay

sábado, 28 de agosto de 2010

¿Cuánta verdad...?

Este texto ha sido iniciado múltiples veces. Y sin embargo, no encuentro las palabras indicadas para decir lo que pretendo. Tal vez, si hiciera a mi discurso presa de este otro discurso, entonces no tendría que comenzar... y aquella paradoja blanchotiana podría ser superada. Pues, ¿Cómo empezar un texto cuando el texto es sólo el resultado final? ¿Cómo decir de ese primer caracter, o incluso de esa página en blanco, algo, si no se hallan en relación a nada? El texto, como entramado, sólo en su trama es texto; y tal vez nunca en su trama, sino sólo en su entramar. Pero el entramar es constante; todo el tiempo se halla en relación, aún cuando pareciera estar acabado. Entonces, si no hay comienzo propiamente en la escritura, no hay final... Y aquí... ¿a qué nos atrevemos a llamar texto?

miércoles, 18 de agosto de 2010

la palabra huidiza comienza su camino
comenzar que se hunde en el inicio de los tiempos
y se pierde
más allá de sí
tras de sí
un vibrar
inaudible imperceptible
un vibrar auténtico
una fuerza
aún latente silenciosa
deseante
un estímulo
—placer punzante
se lanza se aventura se textura
abraza besa se abandona
huye
es un latir
latir vertiginoso
inconstante
un pulso su ritmo vivo
crece y se acelera
y no cesa
un fluir
inmersión en lo profuso
—fronteras disueltas
y es dentro y por fuera
su propio afuera
se cierra
grita
es un desgarro
sonoro hiriente
hecho carne
un bostezo
—el caos
se acrecienta desde afuera
vibra suena se expande se alza
¡crea!
es un brillar
parpadeante
de luz ajena
un mentir
de sonrisa escondida
un mentir olvidadizo
un olvido
regurgitante
desvanecente
un soñar
y se deja atrapar se suelta se escapa
despierta y es libre
¡ríe!

domingo, 15 de agosto de 2010

Tejedoras


¿Cuál es esta actividad del tejer, que hace de una hebra ilimitadamente extensa un tejido? Desarmado el tejido, hallamos que su secreto esencial reside no tanto en la hebra, que permanece la misma, sino en la distribución de un vacío disimulado pero presente, vacío en torno al cual se configura el entramado, y el texo se hace texto.
Sola en el palacio de Troya, Helena borda en un peplo las desventuras de la guerra. ¿No son los hombres quienes reciben el llamado de las musas? Y aún Helena textura; texturar que no puede más que ser poético, por llevar la impronta del vacío como lugar de la memoria.
También Penélope textura para guardar memoria, no ya en el tejido como soporte de un relato, sino en la actividad que deshace todo soporte; Penélope teje de día y desteje de noche, relacionándose doblemente con este vacío que, como falta, la acecha. Hilando, recuerda; pero sólo destejiendo logra deshacerse del recuerdo para mantenerlo presente.
Finalmente, Ariadna, que hace de la hebra no un relato, sino la ausencia de todo relato, abandona su tejido por una promesa; su destejer no es el presentizar una ausencia, sino un llamado al olvido, para sofocar la inminencia del vacío, el desgarro (como huella) de la memoria...
Tejido y escritura, entramado de hebras y vacío, el trazo y su huella, el silencio y la palabra... Tejido a dos agujas, con una aguja que no resulta hiriente ni incisiva, sino sólo ocasión para el entramado. Un texto, textura que no parte de la presencia de la palabra como punto y como nodo, sino de la relación de vacío que ella detenta. 
Y me repregunto: ¿Cuál es esta actividad del tejer, que hace de una hebra ilimitadamente extensa un tejido? Retomando la palabra como hilo, tal vez sea todo lo que no se dice en ella -y por qué no, todo lo que no es ella- el espacio de apertura donde haya de devenir texto.