sábado, 28 de agosto de 2010

¿Cuánta verdad...?

Este texto ha sido iniciado múltiples veces. Y sin embargo, no encuentro las palabras indicadas para decir lo que pretendo. Tal vez, si hiciera a mi discurso presa de este otro discurso, entonces no tendría que comenzar... y aquella paradoja blanchotiana podría ser superada. Pues, ¿Cómo empezar un texto cuando el texto es sólo el resultado final? ¿Cómo decir de ese primer caracter, o incluso de esa página en blanco, algo, si no se hallan en relación a nada? El texto, como entramado, sólo en su trama es texto; y tal vez nunca en su trama, sino sólo en su entramar. Pero el entramar es constante; todo el tiempo se halla en relación, aún cuando pareciera estar acabado. Entonces, si no hay comienzo propiamente en la escritura, no hay final... Y aquí... ¿a qué nos atrevemos a llamar texto?

miércoles, 18 de agosto de 2010

la palabra huidiza comienza su camino
comenzar que se hunde en el inicio de los tiempos
y se pierde
más allá de sí
tras de sí
un vibrar
inaudible imperceptible
un vibrar auténtico
una fuerza
aún latente silenciosa
deseante
un estímulo
—placer punzante
se lanza se aventura se textura
abraza besa se abandona
huye
es un latir
latir vertiginoso
inconstante
un pulso su ritmo vivo
crece y se acelera
y no cesa
un fluir
inmersión en lo profuso
—fronteras disueltas
y es dentro y por fuera
su propio afuera
se cierra
grita
es un desgarro
sonoro hiriente
hecho carne
un bostezo
—el caos
se acrecienta desde afuera
vibra suena se expande se alza
¡crea!
es un brillar
parpadeante
de luz ajena
un mentir
de sonrisa escondida
un mentir olvidadizo
un olvido
regurgitante
desvanecente
un soñar
y se deja atrapar se suelta se escapa
despierta y es libre
¡ríe!

domingo, 15 de agosto de 2010

Tejedoras


¿Cuál es esta actividad del tejer, que hace de una hebra ilimitadamente extensa un tejido? Desarmado el tejido, hallamos que su secreto esencial reside no tanto en la hebra, que permanece la misma, sino en la distribución de un vacío disimulado pero presente, vacío en torno al cual se configura el entramado, y el texo se hace texto.
Sola en el palacio de Troya, Helena borda en un peplo las desventuras de la guerra. ¿No son los hombres quienes reciben el llamado de las musas? Y aún Helena textura; texturar que no puede más que ser poético, por llevar la impronta del vacío como lugar de la memoria.
También Penélope textura para guardar memoria, no ya en el tejido como soporte de un relato, sino en la actividad que deshace todo soporte; Penélope teje de día y desteje de noche, relacionándose doblemente con este vacío que, como falta, la acecha. Hilando, recuerda; pero sólo destejiendo logra deshacerse del recuerdo para mantenerlo presente.
Finalmente, Ariadna, que hace de la hebra no un relato, sino la ausencia de todo relato, abandona su tejido por una promesa; su destejer no es el presentizar una ausencia, sino un llamado al olvido, para sofocar la inminencia del vacío, el desgarro (como huella) de la memoria...
Tejido y escritura, entramado de hebras y vacío, el trazo y su huella, el silencio y la palabra... Tejido a dos agujas, con una aguja que no resulta hiriente ni incisiva, sino sólo ocasión para el entramado. Un texto, textura que no parte de la presencia de la palabra como punto y como nodo, sino de la relación de vacío que ella detenta. 
Y me repregunto: ¿Cuál es esta actividad del tejer, que hace de una hebra ilimitadamente extensa un tejido? Retomando la palabra como hilo, tal vez sea todo lo que no se dice en ella -y por qué no, todo lo que no es ella- el espacio de apertura donde haya de devenir texto.