martes, 23 de noviembre de 2010

Filosofía como práctica de la resistencia


¿No es la vida esa capacidad
de resistir de la fuerza?

Gilles Deleuze

¿Cuáles son los planos por los cuales la resistencia se abre camino? 
Fuerza sin forma, la resistencia nunca se aparece como una, ni se identifica con un único movimiento, sino que es múltiple, y actúa en diversas, infinitas direcciones. En cuanto es factible de ser señalada, conceptualizada, ya es otra, y es absorbida para ser integrada a fuerzas mayores. Y sin embargo, en su espontaneidad, la resistencia resiste. Íntimamente huidiza, es un constante escabullirse por entre las fisuras, un hurgar punzante entre las tramas más condensadas del poder. 
Resistir es, por tanto, permanecer en la resistencia. No se trata de oponer un contra-poder al poder, ni de ir en pos de un sueño iluso e ilustrado. Se trata más bien de corroer fuerzas, de erosionar lo petrificado, de propiciar mesetas al afuera, esa pura exterioridad en que la fuerza se sabe transitoria, disruptiva, fisurada... esa pura exterioridad en que la fuerza permanece siempre fuerza, independiente de las configuraciones contingentes que haya de tomar.
Un pensamiento de la resistencia da por sentado la libertad primigenia, íntima, de resistir; de crear salidas, líneas de fuga, aún cuando se encuentre anulada toda posibilidad de liberación, aún cuando toda lucha carezca ya de sentido... Un pensamiento de la resistencia se inmiscuye siempre, y desde ya, en las prácticas más cotidianas, en las relaciones interpersonales, en los modos otros de construir, de habitar... surge del cuerpo como hábitat primero de fuerza propulsora, creativa... es un pensamiento caminador del mundo, pedestre... sus pies ¿serán de paloma?
Una filosofía tal será una filosofía de lo mínimo, de las pequeñas luchas, una filosofía gestual, ínfima, deleznable, una filosofía inútil, pero siempre, y ya, una filosofía que resiste. Resiste porque se reclama vital, porque no se inmola contra aquello que enfrenta, sino que se filtra por las porosidades, se cuela por entre los intersticios, se desvanece constantemente, nunca llegando a molarizarse. Una filosofía que sea una filosofía pedestre es un andar sin camino, pero también un caminar sin dejar huella, sin traza, o en todo caso, un caminar tan íntimo, tan propio, que el imprimir la arena húmeda, el levantar polvareda, el gastar las suelas en el concreto, no es más que un gesto, una ironía, el eco que repite aquello de quien dice: estoy aquí, solo, erosionando la roca con las vibraciones de mis palabras...
 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Complicidades

(contra todo peso-de-uno-mismo)

Indaguemos en lo mínimo.
(ahora sí, una invitación)

¡a hurgar lo mínimo!
(pero sin molestarlo, sin incomodarlo:
como veremos, lo mínimo
no se deja
atrapar)

lo mínimo es de la pequeñez de un gesto
de la sutileza de un roce
lo mínimo constantemente se nos va
y sin embargo
queda

(pequeña vibración)

lo mínimo lo inútil
¿para qué una caricia?
¿para qué un beso?

                                       [¿y no será eros
                                     ya una resistencia?]


lo mínimo no dice nada
lo mínimo pasa

y sigue pasando

(eco de una carcajada)


                                     [¿y no fueron reidores
                                    los que mataron a dios?]


Lo mínimo atraviesa las porosidades
y cae

            [como un suspiro que nadie oirá

                               como una letra soldada al revés]