domingo, 22 de septiembre de 2013

El vacío



¿No habrán tocado nunca
el dorso por lo menos de la mano del tiempo,
el friso sin adornos que enlaza los silencios,
la ternura encogida que habita los rincones,
la secuencia de roces que cae del pensamiento?
R.J.

nunca: la nada el vacío la mutez
y sin embargo
aquí yacemos
enfermos de los tiempos de hoy
(los tiempos de ayer
los tiempos de un futuro que
no será infinitamente el mismo
sino
que será infinita irremediablemente
otro)
pero ¿no será que el vacío está sobrevaluado?
devaluemos el vacío
así tenemos un vacío que está más vacío
que lleno
así tenemos un pensamiento
que más que pensamiento, ¿son roces?
¿espasmos?
¿melodías?

¿no habrá que vaciar el vacío de todo prejuicio
incluso de la nada misma
y hacernos melodía, espasmos, roces?

martes, 17 de septiembre de 2013

Se cayeron las palabras de la
mesa, como se cayó el invierno
Y ahora, esta pesadez centellea,
infinita; tristeza sin texto 

y sin lágrimas
No, las palabras no cogen ni
caen exangües, espasmadas.

Las palabras no se (con)funden en un orgasmo;
¿Patentizan ellas también la ausencia
del goce, la lejanía de los labios,
la indiferencia de las miradas?
 

La palabra, oscuridad sin secreto;
el secreto, profundidad abisal que 
(sin embargo)
dice algo.

¿Se habrán encontrado dos palabras
en un roce, enamoradas
llevádose a la cama
desnudádose
abrazádose
gozádose?


¿Podrán las palabras
hacer eso?

¿Y si pueden?

Syd



You and I,
You and I and dominoes
The day goes by.
Syd Barrett

¿Por qué enloqueciste, Syd
cuando tenías toda una vida por delante
cuando por temor a quién sabe qué cosa
te dedicaste a pintar

―manzanas―

en el ático de tu madre?

Nadie te vio
nadie te recordó
nadie te hizo la pregunta: por qué Syd, por qué.

Tal vez los dominós tenían la posta
tal vez una mañana te despertaste
y todo sonó tan lindo
como la caída de 
un dominó.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

"...me gustaría escribir libros-bomba, es decir, libros que sean útiles precisamente en el momento en que uno los escribe o los lee. Acto seguido, desaparecerían. Serían unos libros tales que desaparecerían poco tiempo después de que se hubieran leído o utilizado. Deberían ser una especie de bombas y nada más. Tras la explosión, se podría recordar a la gente que estos libros produjeron un bello fuego de artificio. Más tarde, los historiadores y otros especialistas podrían decir que tal o cual libro fue tan útil como una bomba o tan bello como un fuego de artificio."
M.F. Diálogo sobre el poder

Escribir... escribir qué?
Escribir como un acto de cobardía, para perpetuar un significado, para hacerlo inalcanzable, inasible, ilimitado... Para hacer que llegue al mundo sub species aeternis, y contemplarlo desde aquí.
Escribir como una impostura. Marcarse desde lo alto y, sentado allí arriba, mandar a otros a que hagan lo que hizo uno, para nunca tener a nadie que pueda superarlo.
Escribir como un medio; publicar para no perecer. Estar aquí como allá, total da lo mismo.
Escribir en serio. Hablar en serio. Ser un eslabón más en la cadena de esalabones.
Escribir como para olvidar lo escrito, para recordar solamente aquello que se dijo en un momento importante, y luego deshacerse de ello.
Un libro bello como un fuego artificial... 
la idea me atrae, 
la hago
propia.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Pasajera (en tránsito perpetuo)

(dedicada a todos aquellos que
no pueden hacer de esto una estadía...)

Y me desperté. Al menos, dicen que me desperté. ¿Cómo saber, si yo no sabía qué estaba ocurriendo, no sabía que era yo? Una mano amiga, al otro lado, traspasando un patio... el estaba con otros dos amigos, amigos de él, lejanos, apenas incomprensibles... Incomprensibles eran también las horas que debía pasar allí. Por ejemplo, el tiempo se volvía un instante, fugaz, y huía como huye la tarde... el tiempo era mi peor enemigo, lleno de gente que no conocía, anhelantes de verme, de mirarme escrutiñadores, decirme "mirá acá" "mirá allá" no no mires a ningún lado... Y no podía verlo, a él, que estaba tan cerca, tan alejado... Y un día conseguí un trabajo, bastante aburrido, porque no había que hacer nada más que quedarse tranquilo, quieto, y moverse lo menos posible. Y me pagaban: por hacer de enferma, me daban cierta plata, que era menos si hacía de acompañante. El sistema era el siguiente: éramos un cierto número de pacientes, que no llenábamos todo el hospital, aunque debíamos hacer como si el hospital estuviera lleno. Los médicos eran también truchos, ladrones, pero eran médicos. Y decían siempre que tal persona tenía tal cosa, que no tenía, sólo para hacer sufrir más a los espectadores. Mi familia estaba allí, pero sólo una vez al día lograba verla. Y con él teníamos un plan: hacer que el tiempo que teníamos juntos durara una eternidad... Y pasó lo que tenía que pasar: llegó el momento de decir a todos lo que estaba haciendo, que yo en verdad no estaba enferma, que yo les había mentido todo ese tiempo. Pero no me animé, no. Y me quedé con una culpa... tremenda. Hasta que me enteré de la otra verdad: que no podía hablar. No podía hablar, no. Y viajaban los médicos, los neurocirujas, haciendo todo lo posible por que hablara. No podía hablar. No podía moverme. La parte derecha de mi cuerpo estaba anulada. Hasta que un día dije a una enfermera, con un hilo de voz, "peli". Fue una revolución. Aunque todo lo que decía era peli, por más que habían hecho un cartel con las palabras que más usaba.
Ha pasado un año desde entonces. Un año, solamente un año. Y por más que intento olvidarlo, siempre tengo la sensación, amarga, de mi estadía en el hospital. Pero como toda estadía, fue sólo pasajera... sigue el tránsito... sigue el andar.