lunes, 18 de octubre de 2010

Tornasoles


La excitación de las moléculas
del lenguaje produce luz
Mario Ortiz, Al pie de la letra

El papel entramado de arroz oculta destellos. Un ojo atento descubrirá, desasombrado, el prodigio: pequeñas láminas metálicas descansan entre las fibras. Iluminadas, brillan. Y esperan.

[textura singular que acoge el texto]
¿Y si escribir fuera entrelazar texturas?

También con el papel se mimetiza la palabra, también las palabras son de arroz. También. También.
Pero los tornasoles no acontecen sino extrañamente en la escritura
como pequeñas láminas escondidas
que esperan.

Así de simple
así de bello
(como un tornasol)


¿Y si escribir fuera ese destello, esa chispa que surge del roce? 

   Todo destello
                         tiende a
                                desaparecer 
 

domingo, 3 de octubre de 2010

Una erótica pedestre


(en diálogo con mis pies)

Caminaba la otra noche, y doblé, llevada por mis pies tan solo, en una esquina en la que nunca doblo. Fue extraño, pero antes de pensar en qué calle estaba, antes de mirar siquiera a mi alrededor, mis pies se regocijaron con un pensamiento inexpresable. Mis ojos lo confirmaron: por aquí ya había estado. Ese, el mismo pasto motita, la misma ventana, la misma entrada imponente. Ya había estado, y sin embargo, hacía mucho tiempo, demasiado tiempo quizás, que mis pies no tomaban aquellos rumbos.
¿Eran mis propias huellas las que mis pies, en su recorrer, reconocían? ¿O era quizás la huella sin impresión, el rastro perdido del deseo, aquel que mis pies reencontraban al reencontrarse con ese suelo? 

Por aquí ya estuve… un recuerdo, un regocijo…
       [otra vez mariposas en el estómago]

¿No serán mis pies quienes guarden la memoria?
¿Y no es la memoria siempre un recorrido, un trayecto, una vuelta…?

Mis pies me llevan. Marcan el rumbo. Otra vez las mismas casas, otra vez el mismo trayecto. Allí con ellos. Otra vez
Lo que pide otra vez 
¿no es el deseo?

La geografía personal es solidaria de una ontología, pero en primer lugar lo es de una erótica. Una cartografía íntima nos mostraría una y otra vez los mismos recorridos, los mismos espacios, los mismos punctum: allí donde habitan nuestros amigos, algún recoveco en el parque donde leer un buen libro, las veredas gastadas de olvido de amores lejanos… 

Mis pies marcan el rumbo. Y su pasar ligero y sin huella, marca el ritmo de la memoria.